En una de las mesas del taller de ortopedia de Raquel Serrano Lledó, en Alhaurín de la Torre (Málaga), reposa un pequeño paquete que tiene como destino Castellón. En su interior hay una férula hecha a medida e impresa en 3d para inmovilizar el brazo roto de un niño, de color blanco y negro, los tonos del equipo de fútbol de la ciudad valenciana del que es forofo el pequeño. También tiene grabado el escudo del club. La pieza, que sustituirá a la tradicional escayola en la extremidad fracturada, deja parte de la piel al aire, facilita una higiene normal y permite que el crío pueda zambullirse a placer en la piscina o en la playa.
Es la pieza número 158 que Serrano Lledó, ingeniera de Diseño Industrial de 28 años, esboza y produce en 2018. El año pasado, desde que en junio obtuvo la licencia de fabricante de productos sanitarios hechos a medida, fueron 78. Su primer pedido llegó de una ortopedia de Málaga y ahora trabaja con 30 negocios de toda España, concentrados sobre todo en el arco Mediterráneo. El objetivo de la empresa FIIXIT, que en su página web se presenta con la contundente etiqueta #AdiósEscayolas, es seguir con la expansión del producto por todo el país.
La férula está cubierta por la Seguridad Social y varias aseguradoras, por lo que sale gratis al paciente siempre que la recete un médico. Las ortopedias se encargan de escanear en 3D la extremidad afectada del paciente y remiten los datos a la ingeniera, que diseña la pieza al milímetro y basándose en cada patología. El último paso es la impresión en 3D. “Es exacto. Está hecho para ti”, subraya Serrano Lledó, sobre la precisión del sistema, mientras dos de las tres máquinas que hay en su taller modelan los cierres y las llaves que acompañan al producto. La entrega se materializa entre 24 y 48 horas después de su solicitud.
Otra ventaja es el peso. La fiixit de un niño no llega a los 100 gramos y la de un adulto no supera los 200, frente a los dos kilos de carga que puede alcanzar una escayola. “Si se ensucia, se limpia con agua y jabón”, ilustra la diseñadora industrial. Las ortesis para brazos y piernas se realizan con PLA, un material típico de la impresión en 3D, biodegradable y no tóxico, que se obtiene de recursos ricos en almidón, como el maíz. El de las máscaras faciales, para fracturas de nariz, por ejemplo, es más flexible. La pieza después se reviste internamente con EVA, muy utilizado por las ortopedias.
Hasta que obtuvo la licencia de fabricante a mediados del año pasado, Serrano Lledó probó sus férulas con 15 personas. El primer paciente que usó el método fue David, un niño de siete años con fractura del cúbito cerca del codo derecho. Era julio de 2016 y el menor estaba de mal humor porque con la escayola no podía bañarse y le picaba mucho el brazo. “Dos horas de piscina”, le dijo a su padre, tras colocarse la ortesis, blanca y azul, mientras con el dedo se rascaba en la zona de la piel que por fin le había quedado libre. El usuario más joven de la pieza ha sido una niña de 15 meses.
Ese picor tan molesto que sentía David era el que tenía el crío que le inspiró la férula a la empresaria malagueña. Estaba en un restaurante con su pareja y en la mesa de al lado, un menor con el brazo escayolado no dejaba de utilizar un cubierto para intentar rascarse, entre las regañinas constantes de la madre. “Nos dio la cena”, se ríe la ingeniera. Y la idea para desarrollar un proyecto que ha recibido numerosos premios empresariales. Corría 2015. Cuando Serrano Lledó le contó a su socio, Antonio Padilla, lo que quería hacer, este le replicó que “estaba loca”. Ahora ha removido el sector de la ortopedia y se propone acabar con las molestas escayolas.
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